martes, abril 03, 2007

Gracias por creer

Hola a todos...

Me acuerdo mucho de una historia que me contaba mi papá cuando estaba pequeño que hablaba de dos hermanos a los que su padre dejaba en un camino que tenía una bifurcación, con el compromiso que los volvería a ver al final del mismo. Cada uno debía escoger cual ruta tomar. El hijo menor veía que a lo largo del camino de la derecha, se veían solo flores, mientras que en el de la izquierda el camino estaba lleno de espinas, así que no se lo pensó dos veces y se fue por el camino de la derecha. El hermano mayor en cambio, lo medito durante varias horas y decidió irse por el camino de la izquierda, pensando para sus adentros que los zapatos que llevaba le permitiría pasar por encima de aquellas espinas sin problema alguno.

Durante 10 años el hijo menor vivía lleno de felicidad porque pensaba haber tomado la decisión correcta, puesto que el camino que tomó estaba pleno de colores, excelentes aromas y de muy buenas, pero muy buenas cosas que le rodeaban a su paso, sin embargo, al comienzo del día 1 del onceavo año, en el camino tropezó por accidente con una espina, situación a la que poca atención prestó. Lo curioso para él, es que a lo largo de 3 años más, fue que a cada paso encontraba más y más de esas espinas, hasta que al comienzo del 1 del décimo cuarto año el camino se presentaba ante sus ojos lleno y lleno de espinas, ante lo cual pensó para sus adentros que seguramente volvería a encontrar su camino lleno de flores tan solo unos pasos más adelante. Dieciséis años después de haber empezado por ese camino de espinas por el cual se mantuvo transitando por igual número de años, encontró a su padre y a su hermano mayor, quienes lo abrazaron totalmente emocionados por el reencuentro.

Andrajoso, roto por el dolor, con los pies vueltos añicos, el hermano menor se dirigió al hermano mayor y le preguntó “¿Cómo es posible que tu estés lleno de vitalidad, rozagante y pleno de felicidad si fuiste tú quien se fue por el camino de la izquierda que se presentaba totalmente lleno de afiladas espinas?”, ante lo cual el hermano mayor con lágrimas en los ojos le respondió con un poderoso abrazo, para pasar a renglón seguido a contarle su experiencia vivida. “¿Recuerdas hermano mío de aquellos bellos calzados que nuestra padre nos había brindado?, pues bien, pensé que soportarían sin ningún problema aquel áspero panorama, pero iluso de mi, tan solo unos meses después de haber iniciado el trayecto, empezaron a romperse sin cesar, sin compasión alguna por mi integridad, aquel calzado se destrozó por completo al empezar el onceavo mes de haber iniciado ese tortuoso camino, así que debí descalzarme y ver como se deterioraba poco a poco mis pies, mi ropa e incluso, mi fé en que todo se terminaría y que al día siguiente encontraría a nuestro padre, que me abrazaría y diría que era tan solo una mala broma por la que me había hecho pasar, pero nada de eso sucedía, día tras día pasaba con el espíritu alicaído y entre sollozos permanente quejándome de mi mala decisión. Así estuve durante dos años, maldiciendo mi mala fortuna pero al inicio del cuarto año de nuestra andadura me senté a reflexionar largamente sobre lo que estaba sucediendo y recordé las palabras de madre cuando nos enseñó que cada uno es el constructor de su propia historia, así que me llené de entusiasmo, de energía vital y decidí que todos los días transitaría mi camino de sol a sol con un cambio de actitud, con una sonrisa en la cara y con una clara disposición de ver en toda esa amarga experiencia tan solo un motivo de aprendizaje permanente. Al segundo año de haber empezado con ese nuevo entusiasmo, empezó a suceder algo que me llamó poderosamente la atención, puesto que al final de ese día, mis pies ya no sangraban copiosamente, parecía que empezaban a acostumbrarse al dolor. Día tras día, durante seis largos meses, mis pies sangraban cada vez menos, lo cual me permitía dormir con mayor comodidad y despertar con más y más ganas de seguir avanzando con mayor velocidad en busca del anhelado abrazo de nuestro padre. Al inicio de ese séptimo mes, mis pies dejaron de sangrar, sonreía con más entusiasmo, pasaba con mayor velocidad por encima de las espinas, como si estuviese flotando encima de ellas, y la verdad casi no lo podía creer, empecé a ver en mi camino por primera vez que podía mirar también hacia arriba y ver que el sol y bellos animales seguían atentos mi camino; ya no tenía que estar dirigiendo mi mirada al suelo pendiente de esquivar cientos y cientos de espinas por doquier, así que iba más y más rápido, hasta que tan solo un año después descubrí, al mirar hacia atrás que hasta donde se perdía mi mirada, mi camino estaba lleno de flores. Había pasado tanto tiempo corriendo, con tanta velocidad, con tanto entusiasmo y alegría, sin ver al suelo, ayudando a todo aquel que se cruzaba por mi camino, que cuando quise darme cuenta mi camino estaba lleno de rosas y así se mantuvo hasta cuando tres años después me encontré con nuestro padre”.

Quiero pensar, y así lo he hecho siempre, que el camino de hacer empresa, de intentar sacar adelante este sueño que empecé a los 22 años, y del que muchas veces he querido pero no he podido tirar la toalla (afortunadamente), es porque escogí un camino lleno de espinas, pero que las flores, las cosas buenas están apareciendo en el camino y cada vez con más y más frecuencia. María Fernanda, Juan Pablo, mi familia, y por supuesto gente que admiro y a todos los muchachos (Flor, Ricardo, Silvia, Elena, Leandro, Octavio, Gabriel, María Quelal, Oscar, Eyber, Angelo, Adiela, Kerry, Walter, Jesús, Alexis, Vinasco, Erick y muchos más) que han apostado por apoyarme en este sueño permanente, son para mi esas flores por las que todos los días debo darle gracias a Dios.

Gracias por creer.

Éxitos

Hermes